Cada corazón late a su propio ritmo

Nacemos sin saber nada acerca del mundo al que llegamos, crecemos pensando que el mundo es lo que nuestros padres, hermanos y seres que amamos nos dicen. Nos aman pero también nos hieren y al paso del tiempo vamos aprendiendo cubrir nuestras heridas con máscaras. 

Cada persona está en su propio proceso de vida, su propio proceso evolutivo. A veces nos es más fácil mirar la vida de los demás y decirles lo fácil que es resolverla. Nos resulta más difícil mirar nuestra propia vida y notar cuáles son los puntos que requieren trabajo y cuando lo hacemos solemos culparnos por ser tontos, por no saber cómo resolver los problemas, por no ser constantes en ello. 

Cada corazón late a su propio ritmo, hay que dejarlo latir. Dicho de otro modo, cada quien tiene su propio proceso y no podemos adelantarlo, ni el nuestro, ni el de los demás. Requerimos dejar a cada corazón latir. Dejar a cada persona vivir lo que tiene que vivir para aprender lo que vino a aprender a esta vida. 

Para los padres esto resulta en una labor muy complicada, muchos crecieron pensando que debían darle a sus hijos lo que ellos no tuvieron... pero eso que le han dado a sus hijos no es lo que ellos necesitaban, trataron de completar sus carencias en las vidas de sus hijos en lugar de escuchar lo que sus hijos pedían. 

A veces nos sobreprotegieron, a veces nos enseñaron a ser callados y aguantar, en otros casos aprendimos un concepto de éxito que los llenaba a ellos, no a nosotros. Pero en realidad ¿qué buscas? ¿qué busca tu corazón? ¿qué lo hace arder? ¿qué hace que palpite con fuerza de sólo pensarlo? 

Cada corazón late a su propio ritmo. Cada quien está en su propia experiencia, su propio proceso de vida. Seamos compasivos y comprensivos, con nosotros mismos y con el resto de las personas que atraviesan por nuestra vida. Cada uno tiene sus propios demonios internos y cada uno aprende a luchar con ellos, amarlos, disfrazarlos, sonreírles o llevarlos de la mano. 

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