Mi cuarta boda

Día 46. Me he casado cuatro veces y con el mismo hombre. Han pasado 2 años y poco más desde que nos dijimos los primeros votos de compromiso en la ciudad amarilla cerca del desierto de Jaisalmer. 

Habían pasado apenas unos días de que me pidiera matrimonio frente al Taj Mahal y de que yo dijera sí con una sonrisa enorme, lágrimas en los ojos y el corazón palpitando a mil por hora. Esa fue nuestra primera boda, un ritual al que asistimos sólo personas, en el que nos dijimos lo especial que somos el uno para el otro mientras nos poníamos un mangalsutra de flores en el cuello. Hubo globos, aplausos, lágrimas de alegría, pollo en curry para cenar y un poco de whisky. 

Un año después dijimos sí ante una juez y ante un sacerdote frente a familia, amigos y conocidos, en un paraíso llamado Las Estacas. No puedo expresar con palabras la sensación de mirarnos mientras caminaba hacia el altar. No tiene que ver con la religión, sino con el amor que en ese momento salía volando como fuegos artificiales desde cada uno de nuestros poros. Fueron 3 días de festejos, un viaje en realidad que compartimos con quienes eligieron acompañarnos y vivir una experiencia de vida y de boda completamente distinta.

Esta vez, en 14 de febrero, festejando el amor, volvimos a decir sí en una boda colectiva en pleno Caribe, acompañados por el amor de otras 200 parejas volvimos a mirarnos a los ojos y a decirnos sí, te elijo hoy y cada día, sí te elijo para crear una familia, sí te elijo para mostrarme como un ser humano real, sí te elijo para crecer juntos en consciencia, en amor, en sueños cumplidos. 

Más allá de un papel, de un mero trámite legal o religioso, para nosotros casarnos es reafirmar nuestros votos, nuestra elección de estar juntos y cada vez que lo creamos hay magia a nuestro alrededor, hay libertad, diversión, plenitud, pero sobre todo hay amor, mucho amor. Amen, así, sin acento. 






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